En primer lugar vamos a comparar los rasgos del héroe clásico con los del superhéroe.

El concepto de héroe es un concepto mitológico. Héroe o heroína eran el nacido de un dios o de una diosa y de una persona humana. Por su origen se le consideraba más que una persona y menos que un dios. El ejemplo característico es Hércules. El superhéroe también tiene un origen diferenciado del resto de los mortales, pero no siempre. Así nos encontramos con superhéroes de origen extraterrestre – Superman -  o resultado de mutaciones o experimentos científicos – Spiderman, Flash, Hulk,… - pero también con personas normales como Dardevil o fundamentalmente como Batman.

Tanto en héroes como en superhéroes concurren cualidades especiales como un modelo de virtud hacia el que dichas cualidades se disponen.

En cuanto a las cualidades especiales el rasgo distintivo del superhéroe respecto al héroe convencional es la concurrencia de los llamados superpoderes. El superpoder supone un salto cualitativo sobre la superior capacidad respecto a los simples mortales propia del héroe. Por ejemplo Hércules tiene una fuerza extraordinaria pero no puede volar. Superman además de esa fuerza extraordinaria si puede volar.

En cuanto al modelo de virtud tanto en héroes como en superhéroes  viene a quedar planteada en términos de lucha contra el mal. Un mal protagonizado por personajes de cualidades prácticamente idénticas a las de héroes o superhéroes y que si en algo se diferencian de éstos es en su oposición al modelo de virtud. Dicha oposición se simplifica en la idea de dominio. El villano o el maligno quieren dominar. Las acciones heroicas del héroe y del superhéroe se dirigen a impedir ese dominio. Y por tanto a dejar subsistentes las formas de dominio social cuya titularidad tratan de arrebatar los Duende Verde, los Joker o los Lex Luthor. En resumidas cuentas, héroes y superhéroes son aliados del sistema.

En cuanto a las diferencias y junto a lo ya apuntado con relación a los superpoderes quizá la más destacada es que el superhéroe tiene una doble personalidad. Por un lado es una persona como las demás y por otro es un superhéroe. Hércules es siempre Hércules. Superman es unas veces Superman y otras veces Clark Kent. Entre las interpretaciones de los estudiosos sobre este rasgo diferenciativo y peculiar del superhéroe para el que esto opina y razona – o sea, yo – resulta convincente aquella que entiende que de lo que se trata es de estrechar los vínculos con el lector o con el espectador. Lector o espectador que se sentirían menos identificados con el protagonista si este fuese en todo momento un superhéroe. Basta para comprobarlo ver cuantos niños se disfrazarían de Superman o de Spiderman en unos carnavales y cuantos lo haría de cualquiera de los Cuatro Fantásticos. Y precisamente el disfraz o uniforme es la segunda diferencia que queremos destacar entre héroes y superhéroes. Hércules no se disfraza de Hércules. Clark Kent si se disfraza de Superman y además siempre utiliza el mismo disfraz ajustado y de colores llamativos –requisitos todo punto innecesarios para realizar acciones heróicas, dicho sea de paso -.

Hablando ahora de la función social del superhéroe el momento de su aparición nos pone sobre la pista de la misma. No es casualidad que el primer superhéroe, es decir Superman, aparezca en 1938 y que a su estela surjan Batman o el Capitán Marvel. Son los años posteriores al crac del 29 y del auge de los totalitarismos en Europa, auge que se vive – con razón – como una amenaza en Estados Unidos y que es la antesala de la IIª Guerra Mundial. La mezcla de la realidad y la ficción traslada a un lector espectador que palpa la inminencia de peligro, un sentimiento de protagonismo y de reacción heróica finalmente victoriosa frente a las amenazas al sistema. Al modo de vida americano, como dice Clark Kent. Evidentemente hoy los términos de esa función social vendrían a escribirse de distinta manera y el auge que vive el género es un auge derivado más de razones de forma que de fondo. Las innumerables adaptaciones cinematográficas y televisivas han sido facilitadas por la espectacular mejora de los efectos especiales debida a la tecnología digital relegando la trama argumental al minimum indispensable para subvenir al espectáculo. Algo así como lo de Terra Mítica con más pasta y con menos Camps. O Fabra.